La mejor excusa para volver
Llegué a Madrid de madrugada. Pero la luz del viejo mundo nos había alcanzado en el Atlántico, no muy lejos de Portugal. Descubrí Europa sumergido en una turbulencia que sacudía el avión, y por la ventanilla podía ver la escarcha, el frío tratando de meterse en nuestras vidas como recibimiento. Prefería aquel blanco anfitrión que…