Traigo las gaviotas en la sangre
El tiempo nunca abunda. La gente vive con prisa, y la vida se escurre entre miradas furtivas de alguien que seguramente quisieras conocer, de unos labios que ojalá pudieras besar, pero no pasa, porque el tiempo nunca abunda. Aunque desde que llegué a España he tenido una dicha contradictoria, poder detenerme a ver a la gente pasar, mirar con atención las calles, las casas, los grafitis.
Y en eso Ourense puede ser una ciudad rara, hay mucho para ver. A tres cuadras de mi casa están Las Burgas romanas, una fuente de aguas termales que brotan de la tierra como si quisieran decir: “bajo sus pies hay fuego, pisan tierra solida por misericordia”. Y más arriba están los cimientos de los baños que se alimentaban de esas aguas, y si avanzas un par de cuadras llegas al casco histórico y la catedral te deja ciego cuando el sol se filtra entre sus pináculos.
Caminas otro poco y de imprevisto tocan las campanas de alguna de las iglesias (todavía no he descubierto cuál), ese sonido se une a las gaviotas que sobre vuelan la ciudad y tampoco he descubierto porque hay gaviotas tierra adentro, pero la gente no lo piensa o no le importa, o quizás ya está más que habituada a que su vida pueda ser tan tranquila como sentarse en una de las plazas, con una sombrilla amparando del sol o la lluvia (depende de cómo amanezca la ciudad) y pues se quede ahí bebiendo un café, una caña, o un vermut.
Eso es otra cosa, he encontrado que es tremendamente delicioso tomarse un vermut con hielo y rodajas de naranja, que si le añades unas tapas descubres cuan buena puede ser la vida y te quedas para siempre en esa terraza, en esas campanadas con gaviotas, y junto al vermut.
A veces subo las lomas que se levantan en los bordes de la ciudad y contemplo que vasto puede ser un imperio, el romano, el español, no interesa cuál, sino todo lo que ha sucedido en algunos kilómetros de tierra, de cuanta gente ha vivido y transitado por estas calles. Hasta llego a creer que uno de mis ancestros era de aquí, y que, a pesar de mi piel morena del Caribe, yo en alguna medida puedo creer que mi sangre tiene algún rastro gallego.
Bravo Lester. Interessante anche il modo di intendere il tempo così furtivo ma mai abbastanza.
Hermoso, como una crónica, o en efecto lo es con mucho de bitácora también.
Un tour literario por la cuidad de las gaviotas y las campanas; donde el tiempo no abunda y las catedrales cubren ligeramente al Sol… Hermosa descripción Lester.